Doña María Coronel y Rey Pedro el cruel.
La vida de María Coronel, no acabaron las desgracias para ella cuando murió su padre en Aguilar de la Frontera. Su hermana Aldonza se había casado con Alvar Pérez de Guzmán, Señor de Lara, que también hizo causa común con su cuñado Juan Alfonso y su suegro, Alfonso Fernández Coronel, contra el rey y a favor de su hermano bastardo Enrique de Trastámara. Tras ser derrotados, Alvar huyó dejando a su esposa Aldonza en Sevilla, en el convento de Santa Clara.
El rey Pedro, que pasaba largas temporadas en Sevilla, donde sobre el antiguo palacio almohade mandó construir el bello Alcázar sevillano, se encapricha de Aldonza Coronel con la que se ve primero en la Torre del Oro y luego en el Alcázar de Carmona. Ante la ausencia de su marido don Alvar Pérez de Guzmán, su cuñado, el esposo de María Coronel, Juan Alfonso de la Cerda, descendiente de la familia real de León, defiende su honor contra el rey levantándose en armas y siendo derrotado por Juan Ponce de León, Señor de Marchena, por lo que es apresado.
María Coronel partió desde Sevilla a Tarragona, donde se encontraba el rey para rogarle clemencia. El cruel Pedro I la engañó pues le concedió el indulto porque sabía que antes de que María Coronel volviera con la carta de libertad a Sevilla, el preso habría sido decapitado, lo que efectivamente ocurrió ocho días antes de que ella llegara.
María Coronel, ya viuda, se retira a casa de sus padres, en la calle Arrayán, esquina con el mercado de la Feria, donde aún se conserva un hermoso ventanal de estilo mudéjar y que posteriormente fue residencia de los marqueses de la Algaba, corral de vecinos, teatro y almacén. Pedro I, que se había percatado de su hermosura, la persigue hasta allí en compañía de sus criados y María huye al convento de Santa Clara, rodeando la laguna de la Alameda, buscando refugio entre las monjas. Éstas, conocedoras de la catadura don Pedro, la esconden en una zanja y la cubren con tablas y tierra sobre la que dicen que crecieron al instante plantas y flores que la ocultaron. El rey, a pesar de registrar todo el convento, no pudo encontrarla y hubo de marchar.
Sin embargo, días después y debido a una delación, el monarca se presentó de improviso y persiguió por los corredores a doña María, que finalmente se refugió en la cocina del convento y, viéndose sin salida, se vertió sobre el rostro el aceite hirviendo que se encontraba al fuego, desfigurándose totalmente la cara y las manos.
el convento de Santa Ines del que se habla en la leyenda sigue en pie en la actualidad en la calle del mismo nombre de la protagonista de esta leyenda.
El cuerpo de Doña Maria Coronel se conserva incorrupto en el monasterio y se puede observar cada 2 de Diciembre.