La cabeza del Rey Don Pedro.
En una noche de la Sevilla del siglo XIV, una anciana duerme tranquilamente en su casa hasta que escucha ruido de espadas en la calle. La anciana se levanta de la cama, enciende un candilejo y se aproxima hasta la ventana.
En la calle, justo debajo de su ventana, distingue entre las sombras a dos hombres batiéndose en duelo. La mujer se asoma un poco más y descubre horrorizada que uno de los hombres ha sido herido de muerte. Alarmada, suelta el candilejo, que cae a la calle justo antes de que el asesino salga corriendo del lugar. La anciana, temblorosa por lo que ha visto, vuelve a su cama e intenta olvidar todo.
Al día siguiente, la ciudad se despierta con una noticia impactante, uno de los hijos del Conde de Niebla ha sido hallado muerto por una herida de espada. Esa misma mañana, los hermanos del fallecido acuden a ver al Rey Don Pedro I, al que exigen que se haga justicia.
El rey les asegura que pondrá todo su empeño en conseguir encontrar al culpable, y que cuando lo descubra le cortará la cabeza para que esta sea expuesta a la vista de todos en plena calle.
Unos días más tarde, la anciana del candilejo va a visitar al rey. Allí, le pide al monarca ser llevada a una sala discreta, alejada del resto de la gente. Quiere contarle quién es el culpable de aquel sonado asesinato. El rey accede a la petición de la anciana, y unos minutos después anuncia que ya conoce la identidad del asesino.
Tal y como había prometido, aquella misma tarde se coloca una caja en plena calle. En su interior se encuentra la cabeza del asesino, aunque el rey ha dado la orden de que sea custodiada por dos soldados para que nadie la abra.
Un tiempo después, y ya muerto el rey, se decide abrir la caja. Ante el asombro de toda Sevilla se descubre que, efectivamente, dentro de la caja hay una cabeza, pero es una cabeza especial. Se trata de la cabeza de una estatua del propio rey.
El día que la anciana fue a visitar al rey Pedro I, en aquella sala donde nadie más podía verles, la anciana le dijo al rey que si quería descubrir al asesino tan solo tenía que mirar por una ventana. El rey se acercó hacia la ventana que señalaba la anciana, descubriendo que en realidad se trataba de un espejo, viéndose reflejado a sí mismo. Asumiendo su culpabilidad y agradeciendo a la anciana su discreción, colocó una cabeza de una de sus estatuas en aquella caja y recompensó a la anciana con una importante suma de dinero.
Hoy día, dos calles de Sevilla recuerdan esta leyenda. La llamada “Cabeza del Rey Don Pedro”, donde se dice que estuvo la caja con la cabeza; y la calle “Candilejo”, donde vivía la anciana testigo de aquel asesinato.
la estatua del Rey Pedro I el cruel sigue estando expuesta en la ciudad en la calle Cabeza del Rey Don Pedro.

Estatua del Rey Pedro I en la calle Cabeza del Rey Don Pedro
curiosamente la calle candilejo desemboca en la calle cabeza del Rey Don Pedro y se dice que fue justo al final de esa calle donde cayo el candilejo de la anciana y por ello lleva dicho nombre si sois de Sevilla o la vais a visitar ambas calles están muy cercanas a la plaza de la Alfalfa